Cristo necesita, hoy, hombres y mujeres, jóvenes y adultos para ser sus mensajeros y testigos creÃbles del Evangelio, porque anuncian la Buena Noticia del Reino de palabra y con la vida.
Cristo necesita nuestra inteligencia para programar un mundo nuevo: más justo, más solidario y más fraterno según el proyecto de Dios.
Cristo necesita nuestro corazón para seguir amando, para establecer sobre la tierra la civilización de la verdad y del amor.
Cristo necesita nuestras manos para seguir repartiendo el pan, para seguir levantando a los caÃdos y para señalar el camino del cielo.
Cristo necesita nuestros pies para salir al encuentro de los niños y los jóvenes, y para acompañarles en el camino de la vida.
Cristo necesita nuestros labios para sonreÃr a los niños y a los jóvenes, y para anunciarles que Dios es amor y que nos ama con corazón de madre.
Cristo necesita catequistas para darse a conocer en nuestro medio para hacerse presente entre los niños y los jóvenes de hoy, para repartir el Pan de la Palabra a los que tienen hambre de Dios y para celebrar la EucaristÃa como sacramento de la fraternidad.
Ser catequista es ser un puente que hace posible que Jesús llegue a los niños y a los jóvenes, y que los niños y los jóvenes puedan llegar a Dios.
Ser catequista es ser un libro abierto donde los niños pueden leer el Evangelio, que se transparenta en nuestra vida, porque lo llevamos en el corazón.
EspÃritu Santo transforma mi vida con la fuerza de tu amor. Ayúdame a parecerme a Jesús: a pensar y a hablar como lo hacÃa Jesús, a amar y a actuar como lo harÃa Jesús hoy y aquÃ.
Gracias Señor, por haberme llamado para ser catequista, y ayúdame a prepararme para cumplir con alegrÃa y con generosidad la maravillosa tarea que me has encomendado.
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